Hay veces en las que a los escritores se les acaban las palabras. La noche en la Tertulia fue mágica desde que comenzó. Me da miedo reconocer que soy poeta, de acuerdo, pero además compartir cartel con un artista a quien admiro como es Carlos Siles, pues... ¿qué más se le puede pedir a un debut tertuliano? Pues bien, para calentar la noche empecé contando un cuento que tiene lugar antes de esta traición, y que seguramente ya habéis leído. Luego poemas inocentes, poemas sucios, textos soeces... me emocioné en el escenario, me perdí. Menos mal que estaba ahí Nuria para ponerme manos e interpretar un poema en lengua de signos en un momento que considero bonito. Qué de cosas... Luego me quedé completamente desorientado. El pobre Carlos tuvo que venir a invitarme amablemente a dejar el escenario, que le estaba pisando su hora xD
Pero ya me había dado tiempo a mandar un cadáver exquisito entre el público. Subió Carlos con una amiga que le hizo los coros, Bea,y nos dejó boquiabiertos como un flautista de Hamelin. Me hizo especial ilusión que cantara su "Canción nº 0", ya que es una de mis preferidas. Nos llevó de la mano de su Cenicienta, jugamos en un Tobogán, nos cantó algunas canciones que no aparecen en el disco y, para rematar la faena, nos cantó por Raphael. Ni más ni menos. Grande, grande Carlos. Tras el concierto recogí el cadáver exquisito y lo leí a los más pacientes. En negrita, lo único de Carlos (lo comencé con un verso de su canción) y mío, por eso de abrir y cerrar como un círculo:
Tu sombra es una casa con vistas al mar,
los estorninos se han escondido en tu ventana.
Mi sombra ya ni sé dónde reside.
¿Me ayudas a encontrarla?
A veces pensamos que nuestras
palabras no tienen un rumbo exacto,
como las hojas cuando caen en otoño
o las almas al irse entre los álamos
o las notas,
notas rojas pendiendo de aquella guitarra sumisa.
Y no te quiero tanto para saber que hay gente aquí a mi lado
¡que me des el olor a cremallera!
para poder buscarte por los bares
entre las colillas, las botellas, los cristales rotos y los pies inquietos.
El humo transparente y las calles repletas, tú a mi lado cogiéndome de
las manos... sonriendo con lágrimas en las mejillas... ¿puede ser algún
día?
Así que no me quieras tanto y quiéreme mejor
porque sólo soy un trozo de cristal
que se rompe si le das un golpe
AL SUELO!!! gritan todos
y la soledad invadió la sala al tiempo que dormían,
por fin el poeta se abrochó la bragueta;
ya puestos a mirar, a escuchar, a oír, a sentir
tu dulzura, tu voz, esa expresión inocua bajo la luna llena,
ternura rebosando paz, cálido tono y agudo sentido de
sensibilidad. Y acabar ahogados en humo y licor,
absueltos de ropa y culpa...
Y la noche no había hecho más que comenzar, de acuerdo, porque entre el público había rostros amigos venidos de cerca, de lejos, desconocidos anónimos que no se acercaron... en fin, un nutrido grupo de amigos. Acabé con varios amigos a las 2 de la mañana en el Mirador de San Nicolás, helado de frío pero contento, contentísimo tal vez pensando en el chocolate que íbamos a tomar en el Bohemia. Y tras eso, seguimos en el Ruido Rosa con una cervecita. Hasta que nos cerraron los bares. Pero vamos, creo que valió la pena, ¿no?
Yo en pleno éxtasis poético, muy informal |
Nuria, "mis manos", y yo |
Bea y Carlos Siles en plena "Cenicienta" |
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