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Me gusta tanto el terror... eso ya lo sabéis, amigos. Culpa de eso la tiene principalmente Stephen King, un escritor al que muchos consideran malo, aunque son evidentes destellos de genio como
El resplandor o
Carrie, por poner dos ejemplos. Un autor tan irregular te ayuda a discernir la paja del grano y a conocer a otros autores que se convertirán en indispensables para ti. En mi caso hay dos clásicos del
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terror, por ejemplo, tan grandes como Edgar A.Poe o H.P.Lovecraft: ambos aparecen en
La traición de Wendy de modo ciertamente destilado, pero con un propósito firme e indiscutible. Si mal no recuerdo, en la novela del Rey del Terror
It(Eso), Pennywise repetía una y otra vez eso de: "Bailaré sobre tu tumba", frase que me he apropiado porque suena tan ortopédica y anglófona que es deliciosa. También fue King quien quiso que me enamorara de Borges, relación que hoy por hoy está en mejor forma que nunca. ¿Más cosas? Referenciadas aparecen dos novelas muy distintas entre sí:
El país del miedo del sevillano Isaac Rosa la incluí porque mientras escribía mi novela leí la obra de Rosa y apareció una idea muy clara que entroncaba con la infancia, que para algo es uno de los pilares sobre los que se sostiene
Wendy: el
amor y la infancia. Hablaba del miedo, sí, y el miedo es algo inherente a los niños. La otra novela de la que hablaba la tomé por otra idea muy clara para referenciarla y se trata de
El palacio de la luna, de Paul Auster. Tenemos, pues, a Poe y Lovecraft para el miedito; luego, para lo de la infancia y el
miedo a crecer está la evidente
El señor de las moscas, cabeza de cerdo mediante, que de momento son las referencias más importantes. Ya sabéis, Goldwin supo emplear los elementos y simbología esenciales para describir la anarquía en la que viviría un puñado de
niños perdidos náufragos perdidos con todas sus consecuencias (muy crudas). Eso, claro, si obviamos que en algún párrafo me creí Bolaño (y, por ende, mi editor me sugirió algunos cambios). Y no sé cómo he logrado escribir todo esto sin volver a citar el disco homónimo Ismael Serrano, ya que el hilo (ar)romántico de la novela es, junto a algún devaneo amoroso del que escribe, esencialmente la sinergia que provocó este libro.