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El sensible Desdentado |
Peter llegó abatido a Nunca Jamás y buscó a todos sus amigos, a los niños, a la princesa india y a mí, y nos contó que Wendy había crecido, y todos estuvimos de acuerdo en que en la mirada de Peter había algo que hasta entonces nunca habíamos visto, como si en sus pupilas brillara el fuego.
—Peter… —lo consoló Tigridia. —No pasa nada, tú no tienes que crecer… ya vendrá otra niña que quiera serlo para siempre.
Y Campanilla le dijo algo bien distinto:
—Te lo advertí, esa Wendy no podía traerte nada bueno, querido. Olvídate de ella, todas las mujeres son iguales cuando crecen, Peter, y todas crecerán y tú seguirás siendo el mismo. Olvídala, Peter, ¡olvida a la maldita Wendy!
—¡Ssshhh! —dijo Peter.
—Nunca Jamás es sólo para los niños. —Campanilla se negaba a ceder, así que repetía una y otra vez a su oído: Wendy ha crecido, Wendy ha crecido y tiene novio, Wendy te prometió ser siempre una niña.
—¡Basta ya! —protestó Peter lleno de indignación. —A partir de ahora seré “desenamorable”.
—Peter, ¿me perdonas? Peter…
Uno de los Niños Perdidos cogió a Campanilla y la resguardó entre las manos como hacen los abuelos con los pajarillos. Entonces le sopló con cuidado y le dijo algo en voz baja.
—¡Bonita, despierta!
Campanilla abrió el ojo y lo miró de soslayo, con recelo. Seguía cruzada de brazos con cara de pocos amigos. No obstante, lloraba. Es curioso que apenas hiciera ruido, pues es de sobra conocido que cuando las hadas lloran lo hacen de la forma más lastimera y escandalosa posible. Por eso el Niño Perdido, que no era ni más ni menos que Desdentado, el más humilde y pacífico de los Niños Perdidos, se echó a llorar con ella. Y a éste le siguieron Vándalo, Rizos y Desdeñoso.
—Campanilla, eso te pasa por hablar mal de Wendy —dijo Desdentado.
Campanilla le hizo burla y escapó de entre sus manos. Entonces se posó en la nariz de Peter, quien bizqueó un momento, pero entonces se acordó de que seguía enfadado con el hada y cerró los ojos.
—¡Vaya, se me ha pegado una mosca a la cara! —gritó, y agitó a Campanilla con las manos.
—¡Peter, Peter! Ya basta… —dijo Campanilla, pero de repente se puso muy pálida, como si se apagara, y comenzó a descender en el aire.
—Peter Pan, mira a Campanilla… Si no lo haces, desaparecerá —le recordó Desdeñoso con tono nervioso.
—¡Préstale atención, Peter!
—¡No, ni caso al hada! Es tan maleducada como las niñas —dijo otro.
Peter sonrió, pues era bien cierto que las niñas eran terriblemente maleducadas. Ni siquiera sabían cumplir sus promesas. Los niños siempre se mantenían fieles a sus pactos de caballeros, pero ellas… ¡ellas nunca!
—Campanilla se apaga, Peter —dijo Desdentado con lágrimas en los ojos. —Ella se bebió el veneno por ti.
—¡Ella te salvó la vida! ¡Mírala, Peter Pan! —rugió Desdeñoso.
Pero Peter se dio la vuelta y siguió su camino, como si nada. Por eso no oyó las últimas palabras del hada, que nadie llegó a comprender.
—Peter, te ruego que me perdones. Nunca volveré a hablar así de Wendy, te lo prometo. Te quiero, Peter Pan… —exhaló, y fue como si esas últimas palabras se convirtieran en humo cuando se apagó.
—¡Estarás contento! ¡La has matado, animal! —gritó Rizos.
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Hada muerta -Imagen real |
Un Gemelo lo abofeteó, pero había logrado llamar la atención de Peter Pan. El valiente pelirrojo volvió sobre sus pasos, se agachó y tomó al hada entre sus manos tal y como había hecho Desdentado. Ya apenas brillaba. Lo había llenado todo de lágrimas que parecían purpurina.
Al ver lo que había hecho, Peter gritó y varios Niños Perdidos se abalanzaron sobre él, y unos defendían a Peter y otros le odiaban por lo que acababa de hacer y por haber madurado. Desde entonces hay dos bandos de Niños Perdidos que llevan adelante una guerra entre sí. Peter Pan guardó las alas del hada en un saquito para estar siempre aprovisionado de polvo de hadas.
Así es como murió Campanilla. Así es como comenzó la huida de las hadas.